Etapa 1.- Alcázar de San Juan – Tomelloso

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino.

Comenzamos una nueva aventura, esta vez por tierras de La Mancha, recorriendo una ruta poco conocida pero que a todo el mundo le suena: La Ruta del Quijote. Comenzamos en Alcázar de San Juan, donde nos reunimos Paco e Isabel con su tándem, Carolina y yo para recorrer durante siete días estos parajes.

Tras dormir en el Hotel Quijano Hidalgo, empezamos nuestra ruta, como no buscando los primeros molinos, a las afueras de Alcázar, que para empezar no está mal para ir calentando las piernas subiendo a la campa donde están situados los molinos. No hay mucha gente a pesar de ser sábado, nos hacemos unas fotos y comenzamos a bajar buscando la localidad de Campo de Criptana. En un cruce nos despistamos y al volver atrás un perturbador olor a caramelo nos llevó a una panadería (Pan y +) que estaba más concurrida que un banco. No era para menos porque dentro había manjares dignos del propio Don Quijote. Carol e Isabel entraron a por agua y menos con agua salieron con de todo. Sobre todo las torrijas, que eran cosa mala.

En la misma puerta de la panadería, mientras esperábamos, Paco se dio cuenta de que se había dejado el teléfono en los molinos de Alcázar. Íbamos a volver en bici, pero estaba demasiado lejos, y probamos a llamar. Y en seguida nos lo cogieron, una familia de catalanes que también estaban por allí y lo habían encontrado. Como siempre dice nuestro amigo Marco, en el mundo es más fácil encontrar gente buena que mala, el problema es que la gente mala hace más ruido.

Cuando les dijimos que veníamos en bici se ofrecieron a traernos el móvil a donde estábamos. Resultó ser una familia completa de ocho que viajaban juntos en una furgoneta. Quisimos tener con ellos al menos un detalle en forma de las exquisitas torrijas que habíamos degustado un rato antes. Y todo quedó en una anécdota.

Seguimos en dirección a los molinos de Campo de Criptana, y esta vez al estar más avanzada la mañana había más gente en la zona. Además aquí hay más molinos.

Antes de subir mi rueda había perdido aire, así que le metí un bote de spray para no tener que reparar y seguimos sin más problema que tener que hinchar un par de veces hasta que se terminó de tapar el pinchazo.

Después de la bajada empezó un largo llaneo tendiente a subir pero con el viento en contra. A pesar de las amenazas de lluvia apenas nos cayeron cuatro gotitas. Y a dos kilómetros de Tomelloso, nuestro final de etapa, Paco e Isabel tuvieron una aparatosa caída sin consecuencias, provocada por un pinchazo repentino en la rueda delantera que les hizo perder el control de la bici.

Reparamos como pudimos, aunque el problema persistía, pero ya llegamos a destino sin tener que volver a reparar. El pinchazo fue más provocado por el fondo de llanta, que rompía todo lo que ponías en la rueda.

Un comentario

  1. Juan Rodriguez

    Hola chicos, ya veo que habéis tenido un día completito, como tiene que ser. Me alegro que no haya sido nada la caída, eso sobre todo. Lo demás cumple con la tradición en los caminos, olvidos pinchazos etc. espero que tengáis una gran ruta y os lo paséis chupy. Abrazotes.

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