A las ocho en punto estamos ya pedaleando después de desayunar en el mismo hotel y con toda la ropa limpia y seca que ya hacía falta.
Esta vez hemos salido relativamente bien de Gijón, al menos sin perdernos ni dar muchas vueltas. Eso sí, la salida de la ciudad por la carretera industrial se hace pesada y algo peligrosa. Muchos camiones de construcción transportando arena, piedras o madera hacen que dejar Gijón se haga pesado.
Finalmente tomamos pista de tierra y nos alejamos del ruido por fin. Rápidamente llegamos a Avilés, donde teníamos previsto tomar algo en el centro, pero decidimos seguir tirando ya que era demasiado pronto. Nos dirigimos hacia la playa de las Salinas para ver el mirador de Philippe Cousteau y paramos a descansar y tomar algo allí mismo.
Desde ahí empezaría la «fiesta» de nuevo. Hasta ahora hemos traido terreno favorable y el viento nos hacía avanzar rápidamente, pero ahora en la zona de las urbanizaciones de Piedras Blancas las cuestas son infernales. Por si fuese poco el sol vuelve a hacer acto de presencia y nos acompañará ya hasta el final de la ruta de hoy.
A pesar de todo los kilómetros siguen cayendo con fluidez. En Cudillero optamos por no bajar hasta el puerto, pero casi metemos la pata y nos hacemos parte de la bajada que después hay que rectificar. No por el mismo sitio, pero «duele» lo mismo.
Llegamos a Muros de Nalón a la hora de comer, después de una larga subida y una bajada que unos hacen por carretera y otro: César, hace por camino.
Seguimos ruta y siguen cayendo kilómetros hasta Novellana, donde paramos para que José Luis pudiese saludar a los padres de José María, un amigo suyo. El azar hace que la casa que buscábamos estuviese justo enfrente del lugar donde hace dos años Paco tomó el taxi que lo llevaría a Navia para intentar arreglar la patilla del cambio que se le rompió poco antes.
Eran las 6 y media, llevábamos 70 kms y todavía nos faltaban unos 17 kms para llegar a Cadavedo, donde pretendíamos dormir.
Empienzan las dudas y tras una pequeña asamblea decidimos liarnos la manta a la cabeza y tirar como si no hubiera mañana hasta Cadavedo. Calculamos un par de horas para llegar, así que llegaremos tarde.
Al poco de empezar a pedalear empiezan los problemas técnicos. César tiene problemas con el freno delantero que empieza a chirriar y pide cambio. Paco nota que la rueda trasera pierde aire y paramos a hincharla. El caso es que en esas condiciones se complica la cosa y decidimos buscar el primer alojamiento disponible.
No tardamos mucho, y en Santa Marina nos alojamos en una pensión al pie de la carretera. Hemos tenido suerte después de todo. Las averías están arregladas y todo listo para afrontar la próxima etapa.
En la última foto me parece ver a Paco con cara sufriente. Paco, no te arredres, que éstos que dicen ser tus amigos lo que pretenden es heredar tu bici…
Kmpi