Mientras bajamos las alforjas hacemos tiempo para que la señora del hostal venga a abrirnos la puerta del garaje donde han dormido hoy las bicis. Esta noche hemos tenido serenata canina, no sé si por la lluvia intensa que ha caído esta noche o algún trueno que pudiese sonar.
A las 8 estábamos ya desayunados, en el mismo bar del Hostal Las Nubes, en la calle de al lado. Tras una fotito en el dinosaurio gigante de la salida del pueblo tomamos ruta hacia Hacinas, donde hicimos primera parada para ver el pueblo y subir a la iglesia y el castillo que están en el alto de la roca.
Pensábamos que en Hacinas era donde desayunamos en 2008 esos huevos fritos con chorizo. Pero no era en Hacinas, era más adelante, en Moncalvillo, donde esta vez sí, ya era hora de echar algo al cuerpo, y que mejor que rememorar aquellos maravillosos años.
Volvimos a tener suerte y aunque no fue lo mismo de aquella vez, si que salimos satisfechos.
Antes de llegar a Moncalvillo, Paco paró en la carretera para saludar a un señor que venía caminando. Entablaron conversación y resultó que Eusebio, que así se llamaba, había nacido en Cataluña, y siguiendo la conversación resultó que era de Saldes, donde Paco ha pasado siempre muchas vacaciones y fines de semana con la familia, y en la que todos alguna que otra vez hemos pasado muy buenos ratos, al pie del Pedraforca. Casualidades de la vida que sólo te puedes encontrar si entras en contacto con la gente, algo que empezábamos a tener olvidado.
Hoy toca atravesar el Cañón del Río Lobos, un espectacular paraje esculpido en piedra por donde discurre el río que da nombre al Cañón. El problema del Cañón es que hay infinidad de pasos de río de un lado a otro, normalmente hechos con piedras grandes y complicadas de atravesar con unas bicis tan pesadas, así que en lugar de entrar en Hontoria del Pinar, seguimos por la Senda Natural Santander – Mediterráneo hasta San Leonardo de Yagüe, donde buscamos el camino para entrar en el paraje. En la carretera de Casarejos empezamos un sendero con ligera bajada de más de 5 kilómetros que nos llevaría al tramo final del Cañón. Un sendero ratonero y rápido, muy divertido y cuya pequeña pendiente hacía que se pudiese coger velocidad y que no fuese peligroso.
Una vez en el sendero principal del Cañón, tomamos camino hasta la Ermita de San Bartolomé y finalmente salimos del cañón por Ucero donde comimos como si no hubiésemos comido en la vida.
Pagamos, como siempre en esfuerzo la comida al retomar la ruta, ya que nos quedaban unos 17 kilómetros hasta Burgo de Osma. Los últimos kilómetros los hicimos a tren, haciendo relevos y sin parar ni a respirar.
Ya veo que estais hasta los huevos del camino,a seguir disfrutando de la aventura que lo bueno pasa rápido
Que etapa mas chula!!! No sabia yo esa entrada por San Lorenzo, se os ve así como si lo estuvieseis pasando bien.
Pues ya que estais en el camino, pasarlo bien, porque mal lo pasais algunas veces, buen viaje chicos