Etapa 4 – Medinaceli – Pálmeces de Jadraque

Nos dejaron en el hostal el desayuno preparado para poder tomarlo temprano. Segundo día que bajamos ya a las 7 de la mañana directamente sin la chaqueta.

Aunque en la primera bajada nada más salir de Medinaceli hacía algo de fresco pero no daba para ponerse nada más encima. Tras la pronunciada bajada vino una subida casi de las mismas características, esta vez por monte y por algunas zonas de camino roto. Ahí Luis perdió uno de los tornillos de sujeción de la parrilla de sus alforjas que tuvimos que reparar allí mismo. Suerte que llevamos tornillería como para montar un mecano. En estos viajes siempre hay que llevar tornillos y tuercas de distintos tamaños y pasos, y muy importante: bridas grandes.

Pronto volvió el calor y todas las fuentes y ríos eran pocas. Estábamos en los dominios del nacimiento del Río Henares, que está en la localidad de Horna, aunque no es fácil de ver, pero nos estuvo acompañando hasta llegar a Sigüenza.

Paramos en Sigüenza a tomar un bocadillo y algo de fruta, compramos los repuestos que habíamos ido perdiendo por el camino: un botellín de agua y una cámara para Paco, y se aprovechó para cargar algo las baterías en el bar que nos recomendó un compañero ciclista, que también nos regaló un par de válvulas de repuesto para mi cubierta, que habíamos usado días atrás para la reparación de la rueda de Paco.

A partir de ahí cambiamos de río. El Henares continúa en línea recta hacia Moratilla y nosotros tomamos hacia la izquierda hacia Pelegrina, donde enganchamos el río Dulce, que como su nombre indicaba, hizo nuestras delicias durante kilómetros y kilómetros de pendiente a favor, metidos en la senda del bosque, cubiertos de vegetación y librándonos del calor que caía a plomo unos metros más allá del camino.

Aún así, en cada recodo que podíamos nos metíamos en el agua, ya sin tener reparo en mojar zapatillas, ropa o lo que fuese. Era eso o derretirse.

En Mandayona, aunque seguíamos en la cuenca del río Dulce, ya nos separamos un poco de su trazado, y paramos a refrescarnos un poco. Del bar donde estábamos empezaron a salir guardias civiles que parecía aquello un congreso, y nos empezaron a preguntar por nuestro viaje.

Nuestra idea era seguir el trazado que teníamos hacia Jadraque, porque en el destino original allí deberíamos haber dormido, pero no había alojamiento y lo alargamos hasta Pálmeces. Pero claro, en estas condiciones de calor extremo no tenía sentido hacer esa L, así que uno de los Guardias Civiles nos abrió los ojos para que recortásemos casi 20 kms por carretera. Y eso hicimos.

No es que la carretera fuese un camino de rosas, al contrario. Un secarral con subidas y bajadas, sin una sombra y con un calor asfixiante.

Llegamos a Pálmeces, a la casa rural después de unos 80 kms.

Epílogo: Y aquí termina mi viaje. Tras estar sufriendo dos días y tener por delante otros dos en las mismas condiciones de kilómetros y calor, decidí esa misma noche dejar ahí mi ruta y volverme a casa. Mañana saldremos juntos de Pálmeces, separaremos nuestros caminos y yo me dirigiré hacia Cogolludo, cerca ya de casa donde irá Carolina a recogerme mientras los demás seguirán su ruta como estaba previsto. No es agradable terminar así un viaje, pero en estas condiciones no tuve otra opción.

Paco, José María y Luis llegaron a Burgos cuatro días después, sin novedad.

 

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