Etapa 3.- Abadín – Tapia de Casariego

A pesar de que Casa Goas está estratégicamente situada para que alguien con sueño ligero o complicado no pegue ojo en toda la noche, ya que está en la misma carretera por donde pasa todo el tráfico y hay además un festival de luces que entran por la ventana, hoy he dormido como un lirón. Al menos a juzgar por la recuperación de la paliza de ayer, y que no tengo sueño acumulado.

Y bajaba yo feliz por las escaleras dando saltitos de tres en tres cuando… oh, wait… tengo la rueda pinchada. Tras una revisión rápida para ver cuál era el motivo del pinchazo veo que no es uno: son siete. Ayer me metí por un camino, bastante prescindible por otro lado, lleno de zarzas, hierba y agua, y ahí debió ser.

Así que el plan de cambiar la rueda no era buen plan. Había que tirar del reparador mágico de emergencia. Pensé que nunca lo iba a usar, y que no funcionaría, pero vaya si funciona. Primero quité todos los pinchos que encontré con una pinza, para que no provocasen más pinchazos, luego apliqué el spray, y voilà, un poco más de aire extra para endurecer la rueda y listo. Ni un solo problema más en todo el día. Rápido y limpio. Bueno, limpio tampoco, porque terminas de espuma como cuando te estás afeitando y estornudas, pero rápido es.

Sólo quedaba desayunar algo y salir en dirección a Ribadeo. Cualquiera podría pensar: Ribadeo está en la costa, así que no hay más que dejarse caer. Pero no, amigo, esto es Galicia, y las cosas no funcionan así. Los 20 primeros kilómetros hasta Mondoñedo fueron de bajada, eso sí, y allí paré a tomar algo de fruta porque no tenía hambre pero quería meter algo en el cuerpo.

A partir de aquí empiezan las subidas y bajadas continuas. Cuatro mini-puertos que iban aumentando su dureza uno tras otro. El último matador, largo y con un desnivel medio del 5-6%, pero ya era el último.

No llevaba mucha agua, y el último buche lo usé para comerme un «bocadillo veleño», un descubrimiento que aconsejo llevar para emergencias. Ocupa poco, no le afecta demasiado el calor, es dulce y sabe bien. Está hecho a base de guayaba y panela. Por compararlo con algo nuestro es como el dulce de membrillo, pero no es tan pegajoso, y es más duro y portable.

Y después del segundo corte publicitario, seguimos con el viaje, dejándome caer ya con el único objetivo de buscar un sitio donde recargar agua y comer, porque una cosa es la guayaba y otra es comer como está mandao. Tras varios intentos en sendos restaurantes, al final terminé en el Mirador de Santa Cruz, que tienen un menú del día abundante y muy rico.

Costó salir del restaurante, requetequetelorito… pero había que salir, y ahora sí, dejarse caer hasta Ribadeo. Entré a comer en verano y salí en inverno. No llovió, eso sí, pero poco faltó. Ni paré en Ribadeo, por si acaso, y tiré directamente hasta Tapia de Casariego, con un día cada vez más desapacible.

Ahora estoy escribiendo estas líneas mientras espero a que se haga la colada, que ya tocaba hoy.

4 comentarios

  1. Requetequeteeeeeeee. Ya te digo don pinchazos. Bueno ya solo te quedan dos etapas hasta encontrarnos en Ovieu

  2. Que simpático «el flequi», me tiene loca de amor. Y tú y tú

  3. Oleeeeeee… Bicigrino apañao y superatodo, palaaaantee… Buen Caminoooo, besos

  4. Eso para ti es pan comido hijo, llevas tantos pinchazos ya en tus correrias que ya no te afectan jajajaja, ya queda menos mi niño, un poco mas y listo. besostes

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