Resulta que el hostal donde he dormido esta noche fue el mismo en que dormimos en 2015 cuando hicimos el camino catalán. Está mucho mejor que antes, ya reformado porque la última vez era bastante cutre.
De todas las cosas que aún llevaba en las alforjas de comer seleccioné las que aún pasaban la inspección de sanidad y junto con un poco de batido que compré anoche conformaron mi desayuno. El resto ya no podían volver a sufrir 60 kilómetros más de ajetreo así que las tiré directamente.
Salir de León no es tan traumático como entrar, al menos si sales Camino de San Salvador dirección a Oviedo, pero sí es eterno. Casi 10 kilómetros después de salir aún estaba atravesando barrios, urbanizaciones y pueblos todos unidos por un carril bici interminable.
Aunque todo se acaba y empieza la fiesta. El carril se transforma en pista de tierra, la pista en camino, el camino en pedregal y el pedregal en muros infranqueables. La trampa de 2013 me la volví a comer este año y pasado ese tramo malo en lugar de salir a la nacional como hicimos la otra vez, busqué la que llaman por aquí «carretera de los pueblos», que va pegada a la vía y que es muy solitaria y cómoda. Por esa carretera llegué a La Robla, sin tocar la nacional.
En La Robla pensé en parar a tomar algo rápido, un bocadillo y poco más, porque eran las 12 y poco, pero al pasar vi el menú y comí directamente y así ya no tener que parar hasta Pajares.
Después de comer tenía idea de tirar directamente por carretera hasta el puerto, pero mi instinto me llevó de nuevo por camino. La cabra tira siempre al monte. Ese tramo de camino, sobre todo desde la Pola de Gordón hasta Buiza es una auténtica maravilla. Después hasta Villasimpliz hay tramos muy complicados para ciclar, con mucho desnivel y luego una bajada bastante difícil con piedra suelta que no se disfrutaba demasiado. Aún así merecía la pena el esfuerzo.
Una vez en la carretera ya no la abandoné hasta el Puerto de Pajares. No es un puerto duro, al menos por la vertiente leonesa, pero a estas alturas ya se atraganta cualquier escalón.
En Busdongo, a unos tres kilómetros del alto paré en una pastelería que ví al pasar de casualidad porque no era más que un mostrador en la entrada de una casa particular. Quería algo dulce para darle gasolina al cuerpo para lo que quedaba por subir. Al ir a pagar me di cuenta que no llevaba ni un euro… nada, ni para pagar el euro y medio de los pastelitos. Cuando ya le había dicho a la señora que me perdonase porque no me lo podía llevar me acordé de que llevaba en la bici el sobrecito con 10 euros de emergencia que llevo siempre.
Resulta que mi último dinero suelto lo dejé en el bar donde comí en La Robla y yo pensaba que tenía más. Podía haber sacado dinero en algún cajero del pueblo pero no lo pensé. A partir de La Robla no hay ni un pueblo con cajero incluyendo Pajares.
Los pastelitos que me iba a comer allí mismo fueron a las alforjas por si acaso tenían que formar parte de mi cena, junto a una galleta y un sobre de frutas energética que siempre llevo para una emergencia y la botella de agua llena de la última fuente.
Efectivamente en Pajares, después de subir el puerto gasté toda mi fortuna entre los 7 euros del albergue y 1 euro que invertí en un paquete de patatas fritas. Finalmente compartí con uno de los peregrinos que hay en el albergue un trozo de su pan y unas lonchas de jamón y mis pastelitos.
Mi dinero virtual aquí no vale nada pero la solidaridad entre peregrinos es un tesoro.
Ya te va quedando menos campeon, por lo menos para estar acompañado, que eso tambien vale, dale un abrazo a tus amigos y que lo que os queda sea lo mejor posible, un beso mi niño
La cabra al monte y la pasta en el banco. Parece una chorrada, pero cuando te quedas sin efectivo se te queda una cara…
Valla cenorra?? ¿pudiste dormir con la pesadez de estomago?.Bueno completalo con el recuerdo del chuleton del otro dia,y con los que quedan por caer.Nodices nada del talon supongo que por que esta superado,me alegro.Besos