Anoche nos dieron las llaves del restaurante de los mismos dueños del apartamento para abrir y coger las bicicletas. Aprovechamos para desayunar en el bar de al lado y nos llevamos las bicis para montar el equipaje que aún teníamos en el piso.
Hoy es cuando de verdad vamos a ver la riada de peregrinos, porque sumados a los que ya vienen, se suman los que empiezan aquí. Y efectivamente nos encontramos en los primeros kilómetros muchísimos peregrinos. Como siempre nuestro paso en Galicia se vuelve mucho más lento que en otras etapas, nos lo tomamos todo con más calma y casi vamos a ritmo de pegrino de a pie. De hecho, en Portomarín, que termina la etapa para la mayoría de ellos, nos encontramos con gente que hemos ido viendo durante toda la mañana.
Una paradita para hacer una foto, otra para ponerte ropa, otra para quitártela… ahora un vídeo, ahora hablar con los peregrinos… y cada vez que nos parábamos nos volvían a adelantar todos y otra vez a empezar. A algunos le hemos dicho «buen camino» siete veces.
En una de las bajadas de piedras, la parrilla de César se volvió a romper, esta vez quedándose el tornillo dentro de su hembra, con lo que no se pudo cambiar como había sucedido en la anterior ocasión. Pero tres bridas estratégicamente colocadas hizo que todo volviera a su sitio y así aguantó hasta el final de etapa, y eso que se le volvió a castigar bien por las bajadas de piedra que aún quedaban.
Y así, a ese ritmo pausado y tranquilo, disfrutando de los caminos gallegos llegamos a Portomarín, donde José Luís, Paco y Juan han tirado por carretera arriba en dirección a Palas. José María y César subieron al pueblo para buscar una tienda de bicis para comprar pastillas de freno para José María. Una vez resuelta la avería siguieron ruta para reunirse con los otros tres.
En el alto de Gonzar pararon los tres primeros a esperar a los otros dos y una vez todos juntos siguieron ruta para seguir subiendo hasta Ventas de Narón. A partir de ahí bajada… bueno, bajabas un poco, volvías a subir, y bajabas de nuevo… así hasta que a tres kilómetros de Palas de Rei paramos a almorzar.
Con la barriga llena, descansados y con un sol abrasador seguimos ruta hacia Melide. Paco tiró desde el primer momento por carretera, mientras que los otros tres siguieron a César por el primer desvío, que enseguida volvió a la carretera… y también por el segundo, que era una cuesta brutal para volver a bajar y volver a la carretera. A la tercera fue la vencida, y los tres siguieron ya escarmentados por carretera mientras César volvía al camino ya, y ahora sí, de forma definitiva hasta Melide.
Hemos comprobado como han arreglado varios tramos muy complicados desde la última vez que estuvimos hace cinco años. Tramos de piedra, losas y agua que ahora están mejorados, pavimentados y arreglados. Algunos tenían su encanto de forma salvaje, pero nada es para siempre.
Los demás seguían por carretera y José María empezó a tirar en solitario hacia arriba hasta que perdió al grupo perseguidor. José Luis se descolgaba por detrás. A dos kilómetros y medio de Melide, Paco y Juan tomaron las flechas amarillas para entrar en el pueblo por camino. José María ya estaba arriba desde hacía rato. Como si fuesen el ejército de Pancho Villa, cada uno entró a su manera y a su ritmo.
Nos reunimos todos ya en el hotel donde tenemos ya reservado. Esta noche pulpito y riveiro, como marcan los cánones.
Ya os dije que os pusierais pua de pulpo, y el que venga detras que jarree, si esto me pasa mas joven hubiera hecho algun camino, pero ahora los disfruto con vosotros, un abrazo peregrino
Y quién es el guapo que no para en Melide para un pulpito? Ánimo chicos, que con cinco mil kilómetros más estáis en Nueva York!
Kmpi