El desayuno del hotel era demasiado tarde, así que nos fuimos a desayunar al bar donde estaban todos los borrachos juntos. Hasta hicimos amigos del alma durante el rato del café, porque estaba todos en la fase de exaltación de la amistad.
La fruta y el pan que compramos anoche nos los comemos con el chocolate en Segorbe, a donde llegamos por la vía verde. Poco después llegamos al cruce hacia donde empezamos a subir la Calderona. Entre refunfuños de Paco empezamos a subir. Al rato cuando empieza a apretar la calor nos damos cuenta de que no tenemos agua, así que toca sufrir un rato.
En la sierra apenas hay un par de casas. Más bien cortijos, y gracias a que encontramos una finca en la que nos dieron agua y nos indicaron dónde había una fuente.
Cuando ya casi se le había pasado a Paco el cabreo de la subida, empezó la bajada.
Gracias a que tenía la rueda reparada desde Teruel y me pude lanzar sin preocuparme demasiado. La bajada espectacular, desde luego. Aunque Paco no lo pasó tan bien como yo.
En nada nos plantamos en Bétera, donde nos comimos lo que ellos llaman «Paella» y «Fiedua». Decidimos seguir hasta Valencia, y ya habíamos llamado a las chicas para que viniesen antes a buscarnos.
Sobre las 16:00 estábamos en Valencia tomando una horchata, o dos. Desde allí hablamos con José María para contarle el final de viaje. Como todavía no teníamos hotel, José María nos buscó uno por internet. Nos consiguió una habitación en el hotel Expo, un semilujo con piscina en el ático.
El viaje terminó con un paseo por Valencia buscando un sitio para comer y ver la prórroga del partido.
Nos volvimos a casa al día siguiente por la mañana, después de tomarnos otra horchatita.