Después de la paliza de ayer, hoy no hemos podido levantarnos a una hora medio decente, y a las 8 y media sonó el reloj por enésima vez. Así que nos levantamos de un salto y comenzamos a recoger todo para salir. A las nueve en punto ya estábamos pedaleando. Los primeros kilómetros de ruta fueron muy buenos, a pesar de que en algunos tramos el camino estaba muy roto por culpa de la maquinaria que transita por allí. Poco a poco abandonamos el Ebro para salvar los montes que sujetan sus aguas. Y comenzamos una larga subida hasta Almatret, donde desayunamos sobre las 11 de la mañana. Seguimos el GR desde Almatret, y nos metimos en una trialera de lo más divertida (para mí) y de lo más puteante para Paco. No sabeis lo que es llevar a Pepito Grillo detrás de tí rajando durante una deliciosa bajada de piedras, raices y curvas de 180º. Pero bueno, después lo arreglamos a guantazos, y todo como al principio :D, el resto de la bajada hasta Riba-roja entre olivos, fue muy divertida para ambos.
Después de Riba-roja la cosa volvió a la normalidad, y la pista se volvió ciclable y fácil, y como no todo iba a ser maravilloso, Paco pinchó, cambiamos la cámara, que también estaba pinchada, así que ya aprovechamos el idílico entorno para comernos el jamoncito que llevaba desde casa, acompañado por supuesto de un buen traguito de vino sentados frente al Ebro. Seguimos ruta hasta Flix, donde en teoría debíamos coger un barcaza que nos cruzaría el río en dirección a Vinebre, pero resulta que los domingos no hay servicio regular, y ya habían cerrado el chiringuito. Así que tuvimos que tirar por carretera hasta Ascó, y seguimos por ella hasta Mora d’Ebre, para adelantar un poco. La carretera va por la margen izquierda, mientras el GR va por la derecha, así que no había mucha diferencia.
En Mora volvimos a tomar el GR para poder llegar a Miravet, que es un pueblecito que merece la pena visitar. Salimos de Miravet, sobre las 4 y media y haciendo cálculos, llegábamos bien a Benifallet, pero aún nos esperaba la sorpresa final. A unos 5 kilómetros del final el GR se mete en una senda impracticable, incluso para ir andando. Si a eso le sumas los 90 kilómetros que ya
llevábamos, y las alforjas, te queda además de un dolor de brazos del 15, un casi dormir en medio del bosque, porque se nos hizo de noche en la pedregosa senda. Así que tuvimos que tirar de linternas y salir de allí como bien pudimos, casi a las 6 de la tarde y ya a oscuras.
Para compensar tanto sufrimiento nos hemos dado un pequeño homenaje en el restaurante del hotel.
Por cierto, saludos a las dos familias de catalanes que conocimos en el hotel y que tambien estaban haciendo la vía verde que mañana nosotros tomaremos.