Temprano madrugó la madrugada. Había que hacer muchos kilómetros y enseguida nos pusimos en marcha, después de desayunar en la mmisma pensión.
Para no variar estaba lloviendo, una lluvia fina, pero que calaba, así que salimos con las alforjas cubiertas.
El haber llegado hasta Abadín era para intentar hacer en dos días los kilómetros que nos faltaban hasta Santiago. Disponemos de tres, pero José María por motivos personales tiene que hacerlo en dos.
Los kilómetros en Galicia como todo el mundo sabe miden más, los caminos son aldeas, hay perros y vacas por todas partes, y los charcos son… bueno, no son de agua. Así que si a eso unimos lo bello del entorno las paradas y los despistes se multiplican.
Nada más salir, José María tira un poco para adelante y esa sería la última vez que lo veríamos. Ha decidido tirar por su cuenta para no condicionarnos a nosotros y que no tengamos que hacer tantos kilómetros en dos días. Podíamos haberlo hecho, de hecho hoy mehos llegado a la etapa prevista, pero cualquier contratiempo hubiese supuesto un retraso que no podríamos haber recuperado.
José María siguió tirando en solitario, y a media mañana ya casi nos sacaba 20 kilómetros de ventaja. Nosotros sabiéndolo nos hemos relajado y hemos ido más tranquilos. Mientras él seguía tirando como un contrarelojista.
El pelotón paró en Villalba sobre las 10:30 para tomar algo. Nos estábamos metiendo en todos los caminos y siguiendo todas las flechas amarillas, sin excepción. Galicia está llena de detalles y pequeñas cosas que hay que disfrutar muy despacio, además el viaje está llegando a su fin, y todos los metros son aprovechables.
Seguimos ruta por un rosario de aldeas, pueblos pequeños y caminos llenos de casas aisladas. Galicia es así, casi no hay solución de continuidad entre una aldea y otra.
En Baamonde paramos a sellar en el albergue donde dormimos en 2005. Ya no lo llevan los mismos que entonces, pero nos hacía ilusión sellar allí. Casi eran las 13:30, así que comimos en un sitio que nos recomendaron.
Todavía no sabíamos si íbamos a seguir hasta Sobrado de los Monjes o si nos quedaríamos antes.
En el albergue de Baamonde nos indicaron que el siguiente albergue estaría bastante lleno, porque el día anterior habían pasado por aquí más de 40 peregrinos. ¡Qué diferencia con el 2005, cuando en todos los peregrinos que nos encontramos en 800kms cabían en un albergue pequeñito…
Seguimos ruta y los kilómetros iban cayendo, teníamos 40kms por delante, pero empezaba a ser posible llegar a Sobrado. El Camino del Norte no es tan «recto» como el Francés, y tan pronto avanzas directo a tu destino como de repente todo gira y te encuentras pedaleando en dirección contraria. Supongo que habría una explicación lógica para la llegada a Sobrado, pero se da un rodeo de más de 7 kilómetros, que cuando llevas un GPS y te vas dando cuenta de lo que está pasando duele aún más.
José María por aquel entonces ya estaba en Arzúa, después de 103 kilómetros en solitario. ¡máquina!
Finalmente llegamos a Sobrado a las 19:30. Fuimos al albergue a preguntar qué horario tenían de cierre, por aquello de que casi no nos iba a dar tiempo de ducharnos y ya tendríamos que estar acostados. Los hospitaleros son de todo menos hospitalarios. Lo mínimo que se le puede pedir a alguien que dice ser «hospitalero» es tratar con respeto a la gente que viene preguntando, que fue lo que hicimos: sólo preguntar. Pero en fin, la fama ya les precede por lo visto.
Como hoy queremos relajarnos, lavar algo de ropa, cenar algo tranquilos y mañana no salir a primerísima hora, nos vamos de hotel… bueno, de el único hotel que hay en Sobrado.
¡Verdades como puños! Kilómetros de mil quinientos metros; para gustos, hospitaler@s; charcos de… (ríete del barro). Ánimo y pedales, que a mí me duraron quince días las etapas de Melide a Santiago.
Kmpi