



Finalmente llegamos arriba y seguimos camino hacia Miño, aunque Paco ha tomado una «brillante» alternativa para librarse de una subida por el camino y se ha perdido. Llegamos a Miño por separado y allí desayunamos finalmente.

La salida de Betanzos tiene toda la pinta de ser parecida a la de Pontedeume y José María decide irse por carretera para ir encontrándose con nosotros. La salida finalmente no fue tan complicada y la carretera de José María parece que no se une con nuestro camino como pensábamos. Cuando se dió cuenta estaba demasiado lejos como para volver, y decidió tomar carretera en solitario hacia Ordes.
Nosotros seguimos por las flechas amarillas y los kilómetros no caían a la velocidad necesaria. Empezamos a temer que no podríamos llegar a Ordes. A estas alturas José María está ya a mitad de camino y nosotros todavía estamos cerca de Betanzos.
Lo peor es que nos queda la temida subida de Bruma que no sabemos dónde está y que nos puede caer en cualquier momento. Comienzan subidas y bajadas contínuas y las piernas empiezan a sufrir el castigo.

Empezamos a subir el alto desde los 150 metros de altitud que nos llevaría hasta los 400 aproximadamente. Puede parecer poco, pero la inclinación del recorrido se hace imposible de superar montados en la bici… así que toca arrastrarse por el monte con la bici. Más de tres kilómetros de suplicio que nos dejan aún más tocados.

Llegamos al albergue de Hospital de Bruma donde sellamos, descansamos unos minutos y seguimos hacia Ordes, que no llegaba nunca.
Entramos en el pueblo a las 8 y media pasadas, satisfechos por haberlo conseguido. José María llevaba ya tres horas, instalado, duchado y hasta recién peladito…
Mañana termina esto, llevamos 14 días sin una sóla gota de lluvia, y mañana dan agua en Santiago… como debe ser.

