Hoy hemos quedado para desayunar los tres en el bar del albergue, pero Carolina ha pasado muy mala noche, apenas ha dormido y hemos atrasado la salida. Yo bajé a desayunar con Javier y después él tomó su camino.
Aproveché para resolver algunos temas de trabajo y a eso de las 11 Carolina estaba ya volviendo a la vida. Con un fuerte dolor de cabeza, eso sí, pero aún así se puso en marcha y nos preparamos para salir.
En las primeras salidas por pista y caminos de tierra vió que no podía aguantar el dolor y decidimos buscar la opción por carretera en lo posible. Hoy la etapa tiene más bajada que subida, aunque es un contínuo rompepiernas.
Javier iba por delante y nos iba informando de las trampas en que se iba metiendo para que nos las saltásemos, pero ya nos las estábamos saltando por las bravas.
En Quintana de Fuseros Carolina ya estaba recuperada, el Ibuprofeno le había hecho ya efecto y estaba otra vez en plena forma, así que paramos a tomar ese café que no se tomó por la mañana.
Allí conocimos a Ainhoa a la que le preguntamos por una farmacia, y que al no haber ninguna hasta Congosto, se fue corriendo a su casa a por unos cuantos para dárnoslos. Además nos indicó un atajo para llegar a Arlanza sin pasar por Noceda, que nos alejaba mucho por la carretera.
El tramo que nos hemos saltado sube absurdamente una montaña para después bajarla, y por las noticias que estamos teniendo de Javier, nos cuenta que ha estado buscando el camino en una zona que era una escombrera. Nosotros en cambio todo ese tramo por carretera era prácticamente una bajada, por una carretera solitaria y cómoda.
A partir de aquí volvemos a tomar algo de pista hasta Rodanillo y después hasta Cobrana, donde volvemos a atajar para saltarnos otra pista que sale por el final del pueblo y que llebava hasta el embalse de Bárcenas y luego hasta Congosto. Nosotros fuimos por carretera directos hasta Congosto.
Aquí paramos a comer, y buscando el único bar que parecía abierto nos encontramos de nuevo a Javier, que estaba a punto de irse, pero que se quedó un rato con nosotros. Nos quedaban 36 kilómetros, que aunque eran aparentemente en zona fácil y con más bajada que subida, teníamos muy poco tiempo para hacerlo, porque eran las 5 de la tarde y ya se está haciendo de noche antes de las 8, así que no hay mucho margen.
Por si acaso ya tenemos previsto parar en pueblos de paso, pero preferimos comer bien para coger fuerzas para meterle toda la caña posible para llegar a Villafranca. Javier salió mientras terminábamos de comer para ir adelantando.
Tras comer y descansar un poco, a eso de las cinco volvimos a las bicis para afrontar el reto de los 36 kilómetros en dos horas. La comida nos ha dado energía y empezamos a recorrer los últimos kilómetros de este Camino Olvidado.
Tras pasar por Cubllos del Sil, volvimos a alcanzar a Javier, cruzamos Cabañas Raras, Cacabelos y finalmente Villafranca del Bierzo, final de etapa. Entramos en el albergue del Jato a sellar y a intentar saludarlo, pero nos dicen que anda por Salamanca de conferencias. Mientras charlamos con uno de los hospitaleros llega Javier, que esta noche se queda allí a dormir.
Nosotros seguimos hasta el pueblo y antes de llegar a la plaza encontramos un taller donde reparamos la bici de Carol, que lleva días con problemas en el cambio y en el freno traseros. Demasiado poco les pasa a nuestras compañeras para el tute que le damos.
Hemos concluido el Camino Olvidado, aunque llevamos ya decidido seguir hasta Santiago para culminar el viaje. Hasta aquí un viaje bonito de verdad, en el que hemos descubierto zonas desconocidas para nosotros y que nos han permitido conocerlas bien. Con algunas zonas muy poco recomendables para ciclar, pero que ni siquiera empañan el viaje, que ha salido a pedir de boca.
Mañana más.