
Pero hete aquí, que mi rueda trasera está pinchada, así que intento hincharla un poco para bajar hasta la plaza Mayor pero no aguanta el aire ni un ratito. Así que andando hasta el centro. Mientras desayunamos reparo el pinchazo y como no, perdemos de nuevo un tiempo precioso que hoy nos va a hacer falta.

Tenemos que cubrir unos 25 kilómetros hasta las Herrerías donde empieza la subida de verdad a O Cebreiro, aunque esos 25 kilómetros, aunque de forma suave ya van picando hacia arriba.

Y el calor y las moscas hacen que aún sea más dura la subida. Sobre la una de la tarde estábamos en La Laguna, después de subir los 300 metros más duros del puerto, y ya aprovechamos para comer y reponer fuerzas y energías para el resto. La idea era tomar un bocadillo y seguir, pero el menú tenía demasiada buena pinta, y total, pensábamos comer en O Cebreiro así que aprovechamos la ocasión.

En O Cebreiro paramos a tomar un café y seguimos hacia el Alto del Poio, tomando todo el camino posible. Hasta el alto del Poio por camino hay algunas rampas imposibles que nos hacen bajarnos de la bicicleta. Son poca cosa, pero te hacen sudar lo que te quedaba por sudar del puerto anterior.

Cambiamos la cámara y volvió a pincharse, aguantaba un poco el aire pero volvía a deshincharse al rato. Así estuivimos durante una gran parte de la tarde, y empezamos a perder el poco tiempo que nos quedaba para llegar a Sarria, y aún nos quedaban 30 kilómetros.

Mientras tanto nosotros seguíamos intentando reparar la rueda, y ahora ya no nos quedaba más que ponernos a poner parches en los pinchazos. Pero eso hecho con prisas nunca funciona bien. Al menos ahora ya no se iba el aire tan rápido, y aguantaba más. Aún tuvimos que pararnos dos veces más antes de Samos para hinchar la rueda, y en dicho pueblo ir a una gasolinera para hinchar de nuevo.
Casi se nos echaba la noche encima y nos quedaban 15 kilómetros, aunque afortunadamente todos de bajada. Llegamos a Sarria con los últimos claros.
Carol lleva arrastrando hace unos días un dolor de garganta que le suele afectar por las mañanas, y que le desaparece a medio día, pero que cada vez va a mas. Así que tuvimos que ir a un centro de salud para que la mirasen y le encargasen algo para solucionarle las molestias. Unos ibuprofenos y un jarabe y para casa.
La pensión ya la teníamos reservada, y aunque tarde Norma y su chico se presentaron allí para abrirnos y ayudarnos a organizarnos con las bicis y las alforjas. Además tuvieron la amabilidad de llevarme en coche para recoger la cubierta que le encargué a Javier y que tenía guardada en su Albergue.
Un día completito, cargado de aventuras y desventuras que nos ha dejado exhaustos pero que al menos hemos conseguido superar.
