Etapa 5.- Ubrique – Arcos de la Frontera

Salir de Ubrique no ha sido tarea fácil. Ayer salimos en dirección a Grazalema. Segundo intento. Cuando casi estábamos llegando a Benaocaz, tras una dura subida de cuatro kilómetros por carretera, mi rueda trasera dijo «hasta aquí», y el núcleo de los trinquetes dejó de hacer su función, que es justamente girar la rueda a la vez que pedaleas. Tras un pequeño reconocimiento de la situación, lo único que quedaba era volver a bajar a Ubrique para volver al taller. Pero no había repuesto, ni opción de arreglo. Al menos una solución completa. Fuimos a la otra tienda del pueblo, Pinkman Bikes, donde ahí sí me intentaron desmontar y limpiar todo el eje de la rueda.

Mientras se solucionaba la avería nos dimos una vuelta por el pueblo, fuimos a comer y a eso de las 5 ya teníamos la  bici arreglada, o mejor dicho, apañada para poder seguir.

Pero ya era muy tarde para ir a Grazalema, y la bici no estaba en situación de arriesgarnos a meternos en más complicaciones, así que decidimos ir directamente a Arcos de la Frontera, por la carretera de El Bosque, que es lo que hicimos finalmente.

Pero eso será más adelante… mucho más adelante. Concretamente hoy, porque todo esto que hemos contado fue ayer. Así que seguíamos en Ubrique, buscando de nuevo alojamiento y aprovechando todo el día para trabajar un poco y sobre todo descansar.

Y hoy, cuando ya por fin tocaba salir de Ubrique, Carolina se levantó con un terrible dolor de cabeza, lo que nos obligó a retrasar un poco la salida. A las 12 salimos, y ya porque teníamos que entregar la habitación, compramos algo de comida y por fin, sobre las 13:30 tomamos camino hacia El Bosque.

Eran sólo 15 kilómetros, pero hacía bastante calor, y llegamos con hambre por las horas que eran ya. Así que paramos a comer, visitamos el pueblo y sobre las 4 volvimos a las bicis. Carol ya se encontraba bastante mejor, pudo comer algo y cogió fuerzas.

Todavía quedaban 30 kilómetros hasta Arcos, y llegamos casi anocheciendo, con tiempo de alojarnos, ducharnos, bajar a cenar algo y recorrer las empinadas calles de Arcos, donde tuvimos la ocasión de ver los ensayos de el paso de una cofradía por las estrechas y empinadas calles del pueblo.

Mañana, si no hay más sorpresas volvemos a Cádiz.

 

 

 

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