Hoy sí que nos despiertan los ruidos de los peregrinos y las luces que a las 7 de la mañana ya están encendidas. Festival de ronquidos y hasta un italiano que hablaba en sueños. Diversión garantizada.
Optamos por la carretera para ir hasta Unquera, porque el camino es muy malo y entre la niebla y la humedad no vamos a disfrutar mucho del camino.
Desde aquí empieza la parte más bonita no sólo de la ruta sino quizás de todo el viaje. Tomamos el GR E-9 que nos lleva pegados a la costa; acantilados, paisajes increíbles, el mar siempre a la vista y parajes que nos hacían parar una y otra vez a hacer fotos.
Casi sin fuerzas para andar nos volvemos a subir en las bicicletas para afrontar los últimos 20 kms hasta Ribadesella, donde tenemos previsto parar. Por el camino nos vamos topando con playitas cada vez más tentadoras. Tenían razón las lugareñas, la tarde es calurosa y empieza a apetecer un baño. Paco nos lleva a la playa de Gulpiyuri. Una playa interior creada por el agua del mar que se cuela entre las rocas. Una verdadera maravilla. Y esta vez sí que sí. Nos damos un buen baño a pesar de lo fría que estaba el agua.
Seguimos camino renovados hasta Ribadesella, haciendo incluso carreritas. José Luis ya se va animando y empieza a confiar en sus fuerzas… y hoy ha mostrado los dientes.
Llegamos a Ribadesella y nos quedamos en la Residencia Juvenil.
Esto no es lo que era. Los Bicigrinos de antes penitenciaban durante todo su trayecto. Bueno, eso sí. Si para vosotros penitenciar es corbatitas por aquí, fabitas por allá, bañitos por acullá…
Kmpi