Etapa 7. Cistierna – Brugos de Fenar

El cansacio va haciendo mella y hoy se nos pegan las sábanas, y hasta las 8 y media no nos despertamos, bajamos a desayunar y salimos sobre las 9 y media a pedalear.

Hoy parece que el camino es un poco más amable que ayer, y hasta Boñar no se hace especialmente duro, primero remontando el río Esla, hasta el Puente del Mercadillo, para continuar subiendo con la vía del tren siempre a la derecha hasta la Parroquia de El Salvador. Todo por camino, por zonas preciosas y solitarias.

Luego un poco de carretera hasta La Encina para empezar a bajar hasta Boñar. Pero antes de llegar, atravesamos el divertido pueblo La Devesa de Boñar, que estaban en plena fiesta del Rosario, y justo celebrando la llegada de La Diana, donde todo el pueblo va de casa en casa comiendo y bebiendo lo que tienen preparado en cada casa a su paso.

Nada más vernos aparecer empezaron invitarnos a unirnos a la procesión que estaba todavía en las casas de arriba. No nos pudimos negar, y ahí que nos unimos a su fiesta para corresponder a la hospitalidad de sus gentes.

No pudimos quedarnos mucho, porque ya era tarde y aún estábamos donde estábamos, pero querían que nos quedásemos hasta las 5, que preparaban la degustación de morcillas como fin de fiesta. Pero bueno, nos tomamos unos vinos, comimos algo de las cosas que iban dando por la calle y charlamos con algunos de los vecinos que se interesaban por nuestro viaje.

Poco después llegamos a Boñar y paramos a recomponer la ruta y ver dónde íbamos a terminar hoy. Las opciones no eran demasiadas: aquí los pueblos son pequeños y el alojamiento es complicado. Por distancia nos venía bien La Robla, pero a pesar de ser un pueblo grande no hay donde dormir. La Magdalena está demasiado lejos, con un puerto antes de llegar. Llevamos 60 kilómetros de puro monte, y aunque la ruta de hoy ha sido más suave, el día ha sido caluroso y agotador.

Finalmente tuvimos la inmensa suerte de dar con Pedro, el propietario de una casa rural en Brugos de Fernar, que nos abrió su casa, a pesar de ser una casa grande, para nosotros dos solos.

No hay dónde cenar ni comprar nada aquí, así que bajé a La Robla a por algo de comer y de beber, para dejar eso del ayuno intermitente para otra época.

 

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